Experiencia personal y reflexiones

Estas son algunas de las experiencias que viví en mis tiempos de escolar que me llevaron a elegir este tema, como también me hicieron darme cuenta de todo lo negativo que implica el uso del uniforme.


En la básica, no recuerdo qué año específicamente, se hizo por primera un jeans day en mi escuela (al menos el primero que recuerdo). Yo decidí ir con uniforme de todas formas ese día, justificando que era por ser nerd y niña buena, en realidad, me sentía distinta a mis compañeros; me vestía distinto, escuchaba otra música, tenía otros intereses. Sabía que me iba a sentir distinta. En un recreo, una compañera me preguntó por qué no fui con ropa de calle, si acaso no tenía ropa. Yo le respondí que simplemente quise usar el uniforme. Me sorprendió que inmediatamente asumió que era un tema de necesidad económica, me di cuenta, años después, que ese día, en una escuela de población común y corriente, ese día trataba de quién lucía las mejores prendas, síntoma del terrible arribismo tan característico de este país. 


En la media, ingresé a un liceo católico, donde se ensalzaba mucho el uniforme, estaban muy preocupadxs de que todxs lo tuviéramos, incluso había un día en el que se colocaba en el centro del patio las prendas perdidas de años anteriores para que quienes no tuvieran alguna se la pudieran llevar. Personalmente, conseguir el uniforme fue un gasto económico importante, incluso aún cuando heredé parte del uniforme de una vecina. En cuanto al uso del uniforme, no podíamos personalizarlo de ninguna manera (ámbito en el cual eran más flexibles las instituciones en las que estuve previamente). Siguiendo el tema de la vestimenta, en este liceo también habían restricciones, todas hacia las mujeres, cuando había jeans day: no podían usar faldas demasiado cortas, no se podía usar maquillaje “exagerado”, no se podía usar tacones. En ese momento, se nos decía que era para que las niñas no se vieran provocativas, cuando ya es bastante claro que las mujeres no nos vestimos para provocar, sino que es una forma de expresión personal, ¿no se debería enseñar a los compañeros a respetar a las compañeras?



Recuerdo que en primero medio, estaba en el paradero con otro compañerxs, cuando uno de ellxs grita muy fuerte un garabato, a lo cual, una compañera reacciona y le dice que respete el uniforme. Allí comprendí el rol que cumplía el uniforme realmente, y se sintió como que expropiaron mi individualidad para representar una institución que no necesariamente se ajustaba con mis valores (por ejemplo, varixs compañerxs no éramos cristianos y otrxs eran de otra religión). Ya en años superiores, surgió el tema de un compañero trans de otro curso, a quién por suerte, a pesar de ser un liceo católico, le permitieron usar su nombre social y el uniforme de varón. Sin embargo, sin uniforme esto no hubiera sido si quiera una preocupación para este compañero, que debió pedir permiso para vestirse con la ropa que lo acomodaba.


Sintetizando, el tema del uniforme siempre fue algo que me hacía sentir en conflicto, nunca me sentí cómoda usándolo, tanto para jugar en los recreos como cuando pasaba frío de más en el invierno. Además, siempre implicaba un gasto económico importante para mi familia. Si el uniforme debe eliminar las diferencias, lo único que hace es acrecentarlas más; no tener el uniforme inmediatamente te excluye de una institución si no puedes pagarlo. Además ¿por qué lxs adolescentes querrían abandonar sus diferencias? Lxs jóvenes siempre forman su propia subcultura e identidad, la cual, no debería ser despojada con unas prendas de vestir.


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Historia del uniforme